lunes, 23 de noviembre de 2009

lunes, 2 de noviembre de 2009

Soñemos un cambio

Si yo tuviese un sueño, ¿Cuál sería? ¿Sería sobre mí, o sería sobre ti? ¿Me permitiría volar más allá de los límites de mi imaginación, o me continuaría contentando a mí mismo con no soñar del todo? ¿Llegaría a la conclusión de que soñar es una tontería, de que la vida es realmente sólo una continua serie de decisiones pragmáticas y, por tanto, hace algún bien soñar del todo? Me parece que en los rincones perdidos de mi mente, recuerdo la advertencia de que “La vida es como es, y tú no puedes cambiarla”. Se sienta allí como si no quisiera ser encontrado, o ser expuesto. Es como un fuerte protegido que nos mantiene a todos atrapados, prisioneros de nuestra propia complacencia, para nunca permitirnos conocer la libertad y el azul del cielo. Me pregunto, “¿Quién puso las reglas y quién nos condenó a esta vida sin sueños?”

¿Crees que alguien pensó que su sueño no podía incluir los sueños de los demás, que simplemente no habían suficientes sueños para todos? Me pregunto quién inventó el sueño de la “dominación global”, ¿qué clase de sueño es ese? Comprendes la idea, ya que no es muy difícil de entender, de que si alguien quería dominar, alguien tenía que ser dominado. Sólo podía haber un ganador real, un beneficiario, una clase dominante. Supongo que siempre fue una cuestión de control y no una de potenciar al otro y creer en él. Más una política de autopreservación que una de generosidad. Parece que se ha vuelto más fácil excluir, que incluir a los demás en nuestro mundo, siempre más fácil odiar que amar.

¿Cuándo cambió el sueño? ¿Cuándo decidimos que los principios de democracia ya no importaban? Que la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad no incluía a todos, y, por consiguiente, no eran los objetivos de todas las personas. ¿Cuándo empezó a importar sólo mi vida y no las vidas de mil millones de personas en el mundo que están hambrientas, la mayoría de ellas niños? ¿Desde cuándo sólo importa mi nivel de comodidad, cuando mil millones de personas en el planeta no tienen acceso a agua potable y 5.000 personas mueren diariamente como resultado? ¿Cuándo mis sueños de vivir en paz me aislaron de la lucha diaria de millones de personas por liberarse de conflictos políticos? ¿Cuándo cambió ese sueño y, por lo tanto, empezamos a pensar que no podíamos hacer nada para cambiar las actitudes de cada uno y la política social, para finalmente salvar el planeta? ¿Cuándo nos dejó de importar lo que estaba sucediendo a nuestro alrededor?

¿Qué vamos a hacer si suben los océanos? ¿Cómo vamos a cambiar eso? Lo cierto es que nuestras acciones en todas partes afectan el frágil balance que es la tierra. No hay industrias en las regiones polares, sin embargo la capa de hielo polar Ártico, por ejemplo, ha perdido el cuarenta por ciento de su tamaño durante los últimos cuarenta años, y puede desaparecer por completo para el año 2030, algunos incluso hablan del 2015. La capa polar Ártica es, de alguna manera, el corazón palpitante de la tierra, contrayéndose durante el verano y expandiéndose durante el invierno, pero su hielo permanente se ha reducido drásticamente, como si la vida en sí misma estuviera rezumando. Ahora los rayos del sol penetran directamente en el Océano Ártico, en lugar de ser reflejados hacia la atmósfera por la capa de hielo, calentando el agua y exacerbando aún más el cambio climático. Uno de los resultados de este calentamiento es que los icebergs que se rompen y separan de Groenlandia se han vuelto más numerosos. Groenlandia alberga el veinte por ciento de toda el agua dulce del planeta, y si la capa de hielo que cubre el ochenta por ciento de esa región se derritiese, algunos dicen que los océanos subirían siete metros. ¿Imagina si eso sucediera?

¿Puedes imaginarte un mundo sin árboles? Los árboles toman el carbono de la atmósfera, crean oxígeno, equilibran el nitrógeno, crean microclimas y dan origen a la lluvia. Sin embargo estamos perdiendo trece millones de hectáreas de selvas tropicales cada año. Sólo la quema de selvas en Brasil contribuye en un veinte por ciento a los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera que están alterando el equilibrio de la tierra. Hemos talado el veinte por ciento de los bosques tropicales para cultivar soja, donde el noventa y cinco por ciento es usado para el consumo de ganado. ¿Por qué pensamos que no tenemos que cambiar nuestra actitud hacia el manejo de los recursos naturales y como resultado el consumismo? ¿Es necesario que siete mil millones de personas deban comer carne? Especialmente cuando su producción requiere 13.000 litros de agua por cada kilo de carne producida, sin mencionar todo el consumo de energía involucrado. Tenemos la capacidad de alimentarnos a todos si la producción mundial de carne no quitara la comida de las bocas de seres humanos. Estamos cambiando los hábitos humanos y los ciclos naturales de regeneración de la tierra con nuestra obsesión de alcanzar cada parte del planeta con bienes y servicios de unas pocas “multinacionales”. Nosotros como seres humanos estamos viviendo más allá de los recursos de nuestra madre tierra. Nosotros como seres humanos estamos negando la sabiduría de nuestra propia humanidad. Estamos viendo nuestro reflejo en la tierra y nos está diciendo quiénes somos.

¿Qué significa ser un ser humano? ¿No nos caracterizamos por nuestra habilidad de reconocer los esfuerzos y anhelos de nuestros semejantes, para echar una mano y pensar en las necesidades de los demás por encima de las nuestras? Es inherente en nuestro código genético y frecuentemente manifestado a través de nuestro vocabulario el hecho de ser humanos, compasivos y benevolentes. Desear aliviar el sufrimiento en la otra persona. ¿Humanitarismo no contiene la palabra “humano” y no es la esencia de lo que es ser un ser humano? ¿Vamos a mirar hacia otra parte, ahora, cuando el bienestar humano a escala global está en riesgo? ¿Está ahora nuestra humanidad desprovista de cultura y educación, sólo interesada en la avaricia y la sobre acumulación de riquezas? Dar cuando se tiene mucho es una decisión racional que dice del dador, “Ahora, yo puedo pensar en ti”. Pero dar ha sido siempre asociado con el corazón, con la bondad, y la comprensión de cómo puedo dar lo mejor de mí para que tú también puedas encontrarte a ti mismo. Es la única manera de entenderte a ti y a tu propia humanidad.

Frecuentemente me pregunto, “¿Cuándo nos escucharán nuestros líderes, cuando finalmente les pediremos que nos escuchen?” Me pregunto por cuánto tiempo puede continuar Estados Unidos gastando más de 500.000 millones de dólares anuales en defensa, que, como en todos los países, es realmente una política de miedo, intervención y destrucción, y no una que trata de hacer algo para erradicar la pobreza y el hambre alrededor del mundo. La Naciones Unidas estiman actualmente que para eliminar el hambre mundial se requieren alrededor de 195.000 millones de dólares, que es más o menos la misma cantidad que Estados Unidos gasta anualmente en las guerras de Irak y Afganistán. Parece que tenemos la capacidad de hacer algo, pero nos falta humanidad política. ¿No hay alguien que quiera ser recordado como un presidente, primer ministro, rey o líder realmente humano? Supongo que a nadie le importa ser recordado como Martin Luther King, Vicente Ferrer o Mahatma Gandhi. Estamos desperdiciando nuestra herencia, nuestro regalo de haber nacido como seres humanos, y para muchos de nosotros, en tiempos de paz y prosperidad, en un mundo que tenía un tercio de las almas que tiene ahora y que estaba infinitamente menos contaminado. Nuestra energía de vida y esa de la naturaleza misma, está menguando lentamente fuera de nuestro alcance. ¿Qué vamos a hacer al respecto?

William McDonough, arquitecto y autor del libro “De cuna a cuna”, plantea que si no tenemos ningún plan para reducir nuestra huella de carbono en la atmósfera, y no trabajamos para construir estructuras habitables basadas en energía sostenible, nuestro plan es de hecho el “endgame” (fin de juego) de condenar a nuestros hijos y a las futuras generaciones a crecientes preocupaciones de salud y eventual destrucción celular. Si nuestro deseo político durante la Guerra Fría fue uno de “destrucción mutua asegurada” basado en el uso de armas de destrucción masiva, entonces, ahora, nos enfrentamos a la misma política de garantizar una “destrucción mutua asegurada” como resultado de nuestro uso excesivo de pesticidas, fertilizantes y otros químicos que están contaminando nuestras reservas subterráneas de agua, ríos y océanos y, finalmente, afectando todas las formas de vida.

¿Te puedes permitir mirar hacia otra parte? Especialmente cuando existen evidencias de que en los últimos cincuenta años hemos cambiado más la faz de la tierra que en el resto de nuestra historia. Nos hemos convertido en una sociedad en la que todo lo que producimos tiene fecha de caducidad, donde simplemente “tiramos las cosas” para volver a comprar y, en consecuencia, mantenemos el motor de nuestra civilización vivo y avanzando. Sin excepción, lo que compramos es presentado, envuelto y entregado en plástico. Resulta casi imposible ir al supermercado y comprar algo que no este embalado en plástico, y difícil, cuando mucho, traerlo a casa sin utilizar la infame bolsa plástica. Pero hay un problema con todo esto, lo que tiramos se está quedando atrapado en el aire que respiramos, en nuestros suelos y en nuestros ríos y océanos. En el Pacífico Norte, en lo que se llama el “Giro del Pacífico” hay 6 veces más plástico que plancton. Se le conoce como el “Gran Área de Basura del Pacífico” o la “Isla de Plástico”, y no podemos “tirarla”. Lo peor de todo es que los pájaros y animales marinos, que normalmente se alimentan de lo que puede proveerles el océano, están consumiendo las pequeñas partículas del plástico que se ha ido rompiendo por el proceso de fotodegradación de los rayos solares. Nos estamos envenenando a nosotros mismos ya que los residuos de nuestra sociedad están entrando nuevamente en nuestra cadena alimenticia.

Todos tenemos el poder de cambiar, así que ¿qué estamos esperando? Debemos cambiar nuestras actitudes y nuestros hábitos. Debemos elevar nuestro nivel de conciencia hasta el punto en el que cada uno sea responsable por sus acciones, y consciente del impacto que esas acciones tienen sobre cada uno de nosotros y sobre el planeta como un todo. Cada decisión de compra debe medir y entender la capacidad de biodegradarse de eso que estamos comprando. Debemos cuestionar el impacto que nuestra sociedad móvil tiene en el medio ambiente. Buscar formas de reducir la huella de carbono que los viajes aéreos dejan en la atmósfera. Preguntarnos si podemos vivir sin el uso del coche y escoger el transporte público tanto como sea posible. Comprar productos con nuevos avances tecnológicos, como vehículos híbridos y eléctricos que prometen un alivio ambiental en comparación con el motor de combustión que ya es anticuado. Debemos optar por y demandar recursos renovables de energía, provenientes del viento y el sol en lugar de plantas eléctricas de combustibles fósiles. ¿Dónde en el planeta no hay suficientes recursos de sol y viento? Es energía limpia y con su demanda a nivel global el costo de conversión se vería bastante reducido. Necesitamos voluntad política para llevar a cabo estas elecciones iluminadas.

Nuestros actos tienen reciprocidad en el contexto completo de la tierra. Muchos dicen que tenemos sólo diez años para cambiar el curso del calentamiento global. Todo lo que vemos a nuestro alrededor es nuestro propio reflejo. Hemos convertido a la tierra en esto, a nuestra imagen y semejanza. Se estima que durante este siglo seremos nueve mil millones de habitantes viviendo en este mismo pedazo de tierra. No podemos continuar con una política en la que el veinte por ciento de la población mundial controla el ochenta por ciento de los recursos. ¿Cómo podemos alimentarnos todos nosotros si el cincuenta por ciento de los cereales se utilizan para alimentar al ganado para la producción de carne y para la producción de biocombustibles? ¿Cómo vamos a cultivar ahora los alimentos si el cuarenta por ciento de nuestras tierras cultivables están contaminadas y en degradación?

De cara al futuro, el cambio real debe comenzar a nivel individual. No podemos dar la espalda nuestra propia ignorancia e indiferencia con respecto a contaminar nuestro propio cuerpo y mente. Nuestras ideas de lo que es correcto y aceptable son confusas. Justificamos nuestro comportamiento diciendo, “Debemos hacer algo para salvar el planeta a nivel colectivo, pero permíteme vivir como yo quiero”. Pocos de nosotros estamos deseando hacer sacrificios o cambios en nuestro estilo de vida. No hemos captado la gravedad del problema o aceptado los retos y consecuencias a las que nos enfrentamos hoy en día. Simplemente no podemos continuar diciendo que no nos importa, vivimos en una comunidad global y nuestras decisiones nos impactan a todos en conjunto. Debemos abrazar la vida con pasión, dignidad y unión; y dejar atrás actitudes de guerra y destrucción, desgracia humana y separatismo. Nuestros corazones y nuestras mentes deben unirse por el objetivo común de vivir juntos en paz y amor. Quizá entonces conozcamos la verdadera felicidad.

¿Podemos atrevernos soñar? Existen signos de esperanza y nuestro deseo de cambiar. Costa Rica, por ejemplo, no tiene presupuesto militar y elige invertir sus recursos financieros en preservar su medio ambiente y promover el turismo ecológico. España, además de otros países, está trabajando para eliminar completamente el uso de bolsas plásticas para el año 2015. Greenpeace afirma inequívocamente que una bolsa plástica, como la que usamos en el supermercado, tarda cuatrocientos años en biodegradarse, y únicamente en España estamos utilizando 16.000 mil millones de bolsas plásticas comerciales no biodegradables cada año. Únicamente el diez por ciento son recicladas, así que necesitamos encarar el problema y el gobierno lo está haciendo a través del “Plan Nacional de Gestión de Residuos”. Willie Smits ha trabajado para preservar un hábitat natural para orangutanes en Borneo del Este y en el proceso ha recuperado dos mil hectáreas de selvas. Estas han generado tres mil empleos, devuelto la biodiversidad de animales y plantas, y ha traído otra vez las lluvias. William McDonough ha diseñado una planta para la Compañía de Motores Ford en Dearborn, Michigan, donde todo el techo, de más de cinco hectáreas, está hecho de suelos naturales y pastos, ahorrándole gastos energéticos a la compañía y trayendo la vida salvaje nuevamente a esta área. Álvaro Restrepo ha proporcionado un refugio para jóvenes con su “Colegio del Cuerpo”. Ellos vienen de las zonas más pobres de Cartagena, Colombia, y aprenden danza y otras artes escénicas como vía para escapar de los “barrios” (favelas). Debemos invertir en nuestro futuro y nutrir tanto nuestros recursos naturales como nuestros recursos humanos.

¿Podemos atrevernos a soñar? Para desear una vida que sea más justa. Atrevernos a alzar nuestra voz colectiva para conseguir lo que fue siempre nuestro derecho humano, ese de gobiernos de todas partes representando la voz de sus ciudadanos. Atrevernos a tener la esperanza de que parte de nuestros impuestos puedan ser invertidos en rectificar los “errores” y desigualdades en nuestra sociedad iluminada y no ser gastados en el “derecho a matar”. Imagina lo que podríamos hacer. Dejemos a un lado la “vieja” mentalidad de miedo mutuo y desconfianza entre las personas de diferentes países. Vamos a empezar con todos y cada uno de nosotros. Vamos a hablar, vamos a gritar, vamos a pensar y tener esperanza. Vamos a proveer todas las condiciones necesarias, para que en todas partes la vida pueda crecer y prosperar. Comienza por tener suficiente comida en tu estómago, para luego ser capaz de estudiar y aprender. Será la manera de cambiar la conciencia. Lesoto, rodeada completamente por Sudáfrica, invierte el más alto porcentaje de renta nacional bruta a nivel mundial en educar a sus jóvenes. Estamos perdiendo, por encima de todo, nuestros recursos humanos. Necesitamos educarnos a todos, niños y adultos, en lo que significa vivir conscientemente, racionalmente y con espíritu de compartir. No podemos continuar ignorando nuestra futura desaparición como especies y la de nuestra casa, la tierra, tal y como la conocemos ahora. Decidamos ser felices y trabajar por ello, plantando nuevas semillas de esperanza y amor en nuestras relaciones tanto como se necesita replantar los bosques alrededor del mundo. Comencemos semilla a semilla. Todo lo que se necesita es que abramos nuestros ojos y nuestros corazones para ver y sentir lo que está vivo y respirando, y también eso que está fallando y sofocándose, para traerlo de nuevo a su ser original. Quizá seas tú, o tu amada, o quizá este en tu comunidad o en tu país. Tenemos el poder de cambiar, está en la luz del sol a todo nuestro alrededor y en la energía del espíritu en cada uno de nosotros. Podemos inspirarnos unos a otros y hacer que nuestra voz se escuche. Como el proverbio africano que dice, “Si quieres ir rápido, ve solo; si quieres ir lejos, ve acompañado”. Vamos a permitirnos soñar una vez más.

Hargobind Singh
www.hargobindsingh.com